Con los FCOs y las oficinas extranjeras en todo el mundo todavía aconsejando en contra de todos los viajes a las tierras de Somalia plagadas de guerra, propensas a la sequía y asoladas por la pobreza, tal vez sea difícil ver cómo esta nación en la punta del Cuerno de África volverá a estar abierta a los negocios de nuevo.
Pero con las nuevas ofensivas militares contra los focos del extremismo islámico en marcha, un gobierno estable (el primero desde el final de la Guerra Civil Somalí), y las recientes caídas en la clasificación del índice de Estados frágiles, podría haber sólo un rayo de esperanza al final del túnel.
Y si esas esperanzas se hacen realidad, la gente intrépida puede estar segura de que hay mucho que ver aquí.
Desde la expansión urbana de Mogadiscio hasta los picos cubiertos de nubes y salpicados de camellos de las cordilleras de Cal Madow, en el norte, este país está intacto y poco desarrollado; una imagen de lo que fue África antes del inicio de los safaris masivos.
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Fuente: flickr
Hargeisa
Pregúntale a cualquiera en Hargeisa y te dirán que la ciudad no es parte de Somalia en absoluto, sino más bien la autoproclamada capital de Somalilandia, un estado separatista que ha estado gobernando por sí solo, sin la sanción del gobierno federal somalí o de las Naciones Unidas, desde 1991. Y aunque la máquina política que se encuentra en las mansiones de Hargeisa oficialmente no existe -al menos a los ojos de los forasteros- hay mucho que decir sobre este antiguo vasallo de África Oriental británica.
Para empezar, el lugar es relativamente pacífico y no violento.
Hay monumentos honoríficos a las grandes luchas con el régimen totalitario de Siad Barre en los años 90, y signos de ley y orden que no se encuentran en ninguna otra parte del país: semáforos; policía; ¡incluso algún turista ocasional!
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